La voz poética de Leonardo Martínez se sostiene en cada uno de sus libros, renovándose pero dando cuenta de una verdadera identidad y una voz auténtica, como en “Las tierras naturales”, su más reciente trabajo publicado.
Y esa identidad tiene que ver nada menos que con la existencia, pero no desde una mera reflexión, si no desde la aprehensión de lo vivido, de la resonancia del dolor y de lo último por vivirse, es decir, de la muerte. Pero -poesía mediante- la infancia, los personajes del pasado se renuevan en estos versos, que no obstante la tristeza y la amargura que puedan destilar por momentos, no dejan de ser un alegato a favor de la esperanza, como pueden ser esos amigos “como fragmentos del rompecabezas/ de algo insostenible y cierto/ llamado eternidad”, o de esa bella visión donde “cada uno tiene un lugar/ para su muerte/ nido hecho con los brazos/ de los que nos amaron”. Y los propios muertos, “al cobijo de este cielo que los guarda”.
Poemas escritos en el vaivén del mundo, hondamente sensoriales, que instalan la pregunta por las cosas, pero también por el origen y el más allá de las cosas, en esa “polifonía de fraguas y yunques/ batiendo los metales secretos/ del fuego del aire del agua de la tierra”, donde el hombre, muchas veces no encuentra su lugar, en ese mundo donde “ninguna parte es la casa que nos corresponde.” Y precisamente, parte desde allí una tensión entre cierta orfandad existencial con la fuerte presencia de la familia y los ancestros, como destacara el propio autor en un reportaje para “El vendedor de tierra”. Así, podemos advertir que es en ese territorio de palabras llenas de resonancias donde, entre peculiares personajes y despojos, va una “preñadita” a dar a luz el poema.
De esta manera, no es casual entonces lo que dijera Santiago Sylvester respecto de Leonardo Martínez, respecto a que su obra “muestra, en este sentido, trayectoria y resultado de madurez; es decir, se puede
analizar una evolución, reconocer temática y estilo”.
Lisandro González