La presa
Todavía no sabe. No conoce la desembocadura
del llanto
ni el sueño opacado en el espejo.
Entonces baila
con su pollera apretada
marcándole la bombachita.
Baila con la gracia quebrada de la gacela
que huye.
Ella también, en el último ademán del miedo,
elevará la cabeza abriendo su mirada
para después caer, blandamente,
en el dolor.
El habitáculo
-Y fueron muy felices.
Así terminaba el cuento
que leía, una y otra vez,
despertando su instante
de Princesa Encantada
dormida en el no-amor.
Snuff
Una visión de hielo en la montaña
mostrando, apenas, el paisaje oscuro
de las rocas.
Eso se imaginaba al contemplarla
blanca y erguida,
balanceándose desde las cadenas.
Toda nieve en silencio, ella también,
con esa flor dormida de la sangre
sobre su piel de niña.
La luz frente a la sombra
comienza su contienda
en un plano que va trazando las antagonías.
Estoy erguida mirando esos opuestos.
Los contratiempos luchan
y la osadía y el valor eliminan al miedo.
Pero mis breves mandatos
no fueron acatados
y la estrella interior se irá apagando.
Ningún fragor acompaña esta suerte.
El Rey se ha escudado a mis espaldas
midiendo su derrota
y la Torre se derrumbó en marfiles
sobre un campo de abismos.
Todo era diferente antes de la discordia.
Cuadrículas de plata se abrían a mi paso
y el esplendor me ungía desde el cetro.
Ahora, la tiniebla levanta su corona.
Ya se acerca el Caballo.
Ya me ciñe la noche en su resuello.
¿Adónde está mi Alfil?
El Alfil
Mi lanza se ha quebrado
y me perdí en la diagonal de los espejos.
Ya no soy el guardián.
¿Dónde sigue el camino?
¿En qué rincón me espera
la Dama de las Expiaciones
y su dádiva del amor imposible?
¿Cuál de mis manos debe abrirse y cerrarse
para guardar sus señas,
su ademán de caricias?
No lo sé, pero alguien me reclama
bajo un cielo impreciso.
Alguien que se vislumbra,
desde lo tenebroso,
como un último gesto
de adiós desesperado.