Revista Internacional de Poesía "Poesía de Rosario" Nº 19
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Silvio Gonzalez

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Refinería II

A los viejos de mi barrio

Todos morimos en un cañaveral
al arrullo de chalas secas
y al costado del camino

Todos supimos del paso efímero
del tren de pasajeros,

nuestra carga era el cereal,
la abstracta rutina del granero
del mundo

jamás convertimos en quintales
ningún sueño

Somos el barrio
la vía y
el espíritu santo
de las fábricas vacías




Mariposas

Ya el zumbido de las ramas
deshojadas al viento
no llega

ya es otra la carrera y la caza

Cautivas en un país ebrio
bebidas crisálidas
en tragos cortos de veneno

Ya los terraplenes se extinguen
en el horizonte del barrio

y por las vías sólo pasan
bandadas de trenes fantasmas




La otra casa

Lavé todas las sombras de la casa
pero aún tu sonrisa vibraba
como el paso del tren

dormí en la habitación más alejada de la noche

desperté en la mañana más afligida y más nueva

y hallé el patio, la enredadera y el tendedero

allí



Siglomundo

Tuvieron que enterrarlas
en la casa de un tío
que vivía en Villa Constitución

treinta años después
releo el manifiesto surrealista
y sonrío azorado

(Refinería, silgomundo, Villa Constitución)

Mi tío murió
mi padre murió
mi madre murió también

decir a los hijos:
“otros llevaron libros
en sus cuerpos”

releer

cortar la farsa de la inocencia
que posa en traje de baño
a la hora del naufragio


decir: que la naturaleza del acto
es la muerte. Releer
decir: de cuantos crímenes
se compone el valor. Releer

Estas enciclopedias
están en nuestra biblioteca
del barrio Arroyito

un día
salieron a la calle,

en ellas viajó el miedo,

alguien debió temblar
por su vida
por las coordenadas infantiles de mis rodillas

luego
(por decirlo atrozmente)

las desenterraron
y llegaron a mis manos

un viejo
que también murió
fue el encuadernador


Cuando no oigan el par de sus pasos

y adviertan la ausencia
vertebrada tras las rejas del ventanal

cuando lean

cuando imaginen un legislador

cuando busquen poesía
trabajo
amor

recuerden
las esbeltas voluntades

recuerden

cuando todo regrese a ser

horizonte y luz







 
Desde el alma
al maestro Pugliese
en memoria de mi padre

Sentí el cimiento de esos hombres,
las suelas despertando en las tablas
duendes acompasados del nervio,
pájaros con furia de razones,

pájaros que me arrastraron
a los viejos bodegones, al sur
de las calles que se desraman
y empozadas en baldíos bailan
con las grandes orquestas del vino

Me sumé a esa tribu
que se entendía con los pies
con la camiseta, con la corbata

a décadas sufridas en cooperativas
de compañeros de la falta
de rebalsados pucheros flacos
y almuerzos de miradas

todo estaba ahí
frente a mis ojos:
cartas amorosas de agua clara,
el primer techo de obrero,
la historia de un país ribereño
acodado en el estaño del odio

la revolución sin sortija
de la calesita de Cátulo,
el último silencio
del organito embarrado
en la garganta de Homero

así,
moliéndose a palos con la vida
subía el tango al escenario

me abracé al piso
para agruparme
a ese vuelo de bautismo

caí

y en la zozobra...


sostuvo el hilo de aquel bandoneón

desde el alma, durante el alma


Supe del silencio
de un cuerpo abandonado

Los hombres gesticularon deschavados
inquilinos de sus gargantas
parados
vacilando en el cordel
jugados hasta el pescuezo
gritaron

Un flaco desgarbado y con barba
volteó su silla sobre la mesa

y aplaudió



DOS POEMAS INEDITOS



Tatuajes

Y a la antigua recorrí los precios y en un bolso de yute traje los saldos menos estropeados.
Puse la luz de la celosía sobre la mesa, tendí el mantel en un pequeño rincón y desayuné mates con galleta marina. Ni me sumí en tu foto ni calé ningún vitral.
Acunado, encendí el televisor para ver una de esas películas nacionales viejas, nuestras, donde los límites de la señal y la luz estampaban la simétrica mariposa del futuro en nuestro pecho y sonreíamos entonces ante aquellos tatuajes en blanco y negro de corazones atravesados por flechas sin veneno, madre.


Madrugado

El pie calzado sobre el cajón
y el chico que lustra el cuero entintado
con vehemencia, un brillo aullante
despunta en su ojos de “busca”
bajo la velada nota de un fuelle

En un bar
Rascando la tabla
Madrugado

Viaje al fondo del cigarro
por sobre el tiempo del trago
que no restaña nada
y el cimbrón
de un verso lunfa
que te despierta cuando cabeceás la mesa
como aceptando el sur



Silvio González nació en Rosario ciudad donde reside actualmente. Presenta el ciclo “La poesía en los bares” que lleva ya diez años ininterrumpidos de encuentros. Publicó “Barrio Refinería”, poesía, Editorial Ciudad Gótica, año 2006 e integró otras antologías. Participó del Festival Internacional de Poesía de Rosario en 2007.
 
 
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